En el centro del tornado,
en la selva espesa de sonidos,
de instrumentos en jauría,
ordenás el caos.
Por ser todos no sos nadie.
Por ser vos la orquesta básica
sos la madre, sos el padre.
Sos el piano, el aire.
Con la tapa abierta o cola,
con las tres patas,
con dientes blancos y negros,
con pedales.
La sinfónica te acoge con recelo,
con un ojo puesto en la platea.
Pero sos un loquito razonable
sin sed de poder, tan solo ganas.
Y amás lo diferente. Te llevás bien
con el soplido de los vientos,
con las cascadas de las cuerdas,
con tambores fúnebres de fiesta.
Retozás en la jazz band
y en la típica de tango.
Siempre pleno,
tanto solo como acompañado.
Picoteando con hambre
adentro y en el pentagrama,
en todos los sabores
de los frutos del alma.
El compositor a otro no llama
y escribe sobre tu teclado
una y otra vez, con sus manos,
la esquiva partitura.
Comentarios
Deja tu comentario: