Me perdi más de una vez, por no salir corriendo.
De trepar a saltos al cielo; a instalarme en el infierno.
Aprendi a coordinar mis pasos por no darme el bocho contra el suelo.
De reir hasta llorar; a llorar sin consuelo.
Mirar la realidad con más penas que glorias.
De tragarme este metal a limarle cada escoria.
De esquizofrénia a integridad con escala en tu mirada.
Bendita sea mi credulidad que te dejó bien plantada.
De quemarme la cabeza; a inundarme el corazón.
De enfilarme los patitos; a dejarme sin razón.
Tan terrible geminiano, tan causante, tan tirano.
Tan sencible, tan orgulloso, tan sencillo, tan meticuloso.
No me miro en el espejo por miedo a mirarme a los ojos.
No muestro nunca los dientes y esa es la risa que escojo.
Y si ves cara de poker no te acerques, te lo advierto;
tengo el ancho de espadas ancioso de ver tu pecho abierto.
El puntito blanco ese, en la pared, si, me encandila.
¡Perdon viejo! Pero no me gusta Dylan.
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